Antes de nada vamos a definir
nacionalismo e independentismo, ambas van ligadas, pudiéndose dar la primera
solitaria, pero siendo necesarias las dos para que la segunda se dé. El
nacionalismo es una ideología política basada en el alzamiento por encima de
todo de los valores nacionales (símbolos, cultura, raza, territorio, etc.) por
una región que les hace diferente a otras, mientras que el independentismo
busca la secesión de esa región de otra con la que cohabita, siendo necesario
el surgimiento del nacionalismo para la concienciación de la necesidad de
independencia.
La manifestación en Barcelona, que
según los convocantes fue de 2 millones de personas y de las autoridades de 1,5
millones, fue claramente nacionalista e independentista, buscando la creación
de una nación propia, llamada Cataluña y la separación de ésta de España,
alzando los valores nacionales.
Mientras que en China, está surgiendo
un sentimiento nacionalista ante lo que consideran una agresión por parte de
Japón de su territorio, al comprar éste unas islas.
Ante estas situaciones, me pregunto
qué posición ha de tomar la izquierda, pero la de verdad, no la que se supone
que es el PSOE, PSC, ERC o el PCChino, y esta posición no ha de ser otra que
cambiar la estrategia política y atacar este alzamiento de valores.
Lo primero que hemos de tener en
cuenta las personas, es que los nacionalismos buscan la diferencia de personas
para conseguir sus objetivos, englobándolas en razas o pueblos, inventando
supuestas características que hacen que las personas no vean como una persona
cercana, a la que no ostenta esa condición. Esta diferenciación no ha de ser
únicamente por color de piel o pelo, sino también por la cultura que tenga, ya
sea su religión o lengua. Un militante de izquierdas no debe olvidar, que los
seres humanos somos todos iguales por dentro y no existen dos iguales por
fuera, es mas lo que nos une que lo que nos diferencia. Incluso dos Catalanes
de “bien” pueden ser uno moreno y bajo y el otro alto y castaño.
Lo segundo que hay que tener en
cuenta es que el nacionalismo no acaba con el gran problema: el sistema
capitalista, sino que lo alienta y lo beneficia. Como bien ha demostrado el
capitalismo durante toda su existencia y sobre todo en los últimos 30 años, es
que no entiende ni de razas, pueblos, ni fronteras, importándole poco, cómo sea quién posea el dinero y de dónde
proceda, lo que le importa es cuanto tiene y en que clase se engloba. En el
parqué de la bolsa un Chino y un Japonés se entienden sin problemas, manda el
que más dinero tenga y si el Chino ha de hacer negocios para ganar más lo hará,
aunque sus supuestos pueblos sean hostiles. Cuando salgan, maltratarán al
empleado de la otra nacionalidad con la misma saña con el que maltratan a su
compatriota, porque les interesa la “pela”, y si el gobierno sube los
intereses, marcharán a otro país que les sea más rentable, si no, mirar las
noticias sobre el hombre más rico de Francia.
Aunque Cataluña se independizara de
España, los negocios de los españoles y catalanes seguirán realizándose sin
problemas, siempre que hubiera beneficio. Y los únicos que tendrían libertad
para moverse y vivir en cualquier parte de la península serían los de la clase
alta. ¿Qué no te lo crees?, allá tu, pero ¿a cuántos “inmigrantes ilegales” de
clase alta se han echado de España?
Lo tercero a tener en cuenta por un
militante de izquierdas, es que las fronteras separan y sin fronteras no hay
nación. “Divide y vencerás” fue recitado por Julio Cesar, y el capitalismo lo
ha hecho suyo. Las fronteras solo separan a la clase obrera, diferenciando uno
de otros, olvidando su pertenencia de clase para crear un sentimiento hacia
unos valores falsos, que en caso de guerra hará que la clase obrera mate a
otros obreros idénticos para que sus amos trafiquen con las armas que los
matan, y si no decirme ¿cuántos ricos han muerto en Irak, Libia o Siría?. Los
seres humanos somos todos iguales, solo existen diferencias culturales que son
salvables si entendemos que la cultura humana en todo su esplendor es de las
personas y de nadie más. Las fronteras no tienen sentido en un mundo con una
economía global, pero, con trabajadores encerrados en jaulas de cristal y
vendidos por sus gobiernos al mejor postor.
Lo cuarto es la NO solidaridad del
nacionalismo, al diferenciar esta ideología entre unos y otros, se entiende que
hay gente que malgasta los recursos de otros y por lo tanto no hay que
compartirlos con ellos, el ejemplo más claro es el catalán y el andaluz.
Durante décadas, la derecha nacionalista catalana ha llenado los medios de
comunicación al grito de “andaluces vagos que arrasan con nuestros recursos”, y
las personas que viven en Cataluña se han tragado tal mentira, sin darse cuenta
de que la clase obrera ha de repartir lo que tiene para que todos podamos vivir
mejor, si en Andalucía no hay trabajo y han de vivir del PER no es por culpa
del obrero sino de la clase alta que prefiere especular con la tierra, al igual
que la clase alta catalana prefiere especular con los activos de sus empresas.
Lo que le fastidia a la clase alta es repartir los beneficios que le roba al
trabajador, para ello promueven ideas nacionales, para poder controlar los
impuestos. Mientras que los fines de la clase obrera son semejantes, teniendo
el mismo objetivo un obrero de Andalucía y uno de Cataluña: el reparto de los
recursos entre los seres humanos para mejorar su calidad de vida.
Otro ejemplo es lo que está
ocurriendo entre China y Japón por unas islas, lo que realmente está en juego
no son unos metros cuadrados de archipiélagos para que lo disfruten los
ciudadanos chinos, sino los recursos que éstos esconden, y aunque no os lo
creáis, no son para repartir entre los trabajadores, sino para ser utilizados
por las clases altas para transformarlos y sacar beneficios privados. La clase
obrera de ambas regiones debería luchar contra el mismo enemigo, el empresario
y el estado que se quieren hacer con el poder de sus recursos para luego
venderlos y sacar beneficios.
Lo quinto que ha de tener en cuenta
un militante de izquierdas, es que las naciones son propiedades privadas de
unos pocos ciudadanos, no de los seres humanos y mucho menos de la naturaleza,
su legítimo dueño. En la antigüedad los reinos y países, no eran del pueblo,
sino de un grupo de señores, encabezados por uno en concreto, que controlaban
todo lo que había dentro de sus fronteras, incluidos los seres humanos. Esto
acabó con la revolución francesa, en el que se rompió las cadenas que los
señores imponían a su vasallos, poniendo a todos el mismo estatus, pero sin
mundializar la tierra, que no es propiedad de nadie, simplemente se cambió el
propietario, por lo que la tierra sigue siendo privada, y no utilizada por los
seres humanos en general para sobrevivir, sino para generar beneficios para
unos pocos.
El sexto motivo a tener en cuenta es
que el nacionalismo sirve como cortina de humo ante los problemas reales de las
personas. Cuando el otro día veía la manifestación en Barcelona pensaba que los
ciudadanos se quejaban por los recortes del gobierno de CIU, por el céntimo en
los medicamentos, contra la reforma laboral, contra la corrupción de este
partido, contra el “tasazo” en las universidades, etc. pero NO, salieron 2
millones de personas para pedir un estado propio, sin darse cuenta de que en
ese mismo estado va a estar quien les está llevando a esa situación, CIU y el
capitalismo. Lo mismo pensé al ver la manifestación en China, pensando que se
quejaban por las condiciones laborales, contra el trabajo infantil, contra la
censura y la falta de libertad, pero no, se manifestaban por 4 rocas en medio
del mar que no son de su propiedad, sino de una empresa China o Japonesa que no
va a repartir nada entre ellos, sin ser conscientes de que el problema es el
sistema.
En este mismo punto podríamos meter a
los deportes, el nuevo opio del pueblo, y cómo en los momentos en los que se
disputa un deporte televisado, el mundo se para, y olvida los problemas
terrenales.
Estos son 6 motivos por los que la
izquierda y las personas no han de pensarse jamás qué hacer ante un problema
nacionalista, porque está claro: diferencia al ser humano, separándolos y
enfrentándolos unos de otros, beneficia al capitalismo que le permite elegir
países más rentables o enfrentar a países para conseguir sus objetivos,
condiciones laborales más asequibles, etc. siendo los obreros las piezas menos
importantes. El nacionalismo español y catalán ha de ser combatido, al igual
que el chino y japonés, porque el que siempre va a perder vas a ser tú, el
obrero, el de clase media y baja. No están en juego “tus recursos” sino los que
te han expropiado, y sobre todo es “una cortina de humo” ante los problemas
diarios.
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